No esperaba encontrar esto en Finlandia

Por más que uno investigue un país antes de venirse a vivir a él, no hay forma de verlo venir todo. Por ello, hoy les hablo de lo que no vi venir y aún no sé cómo sentirme al respecto.

El respeto por los demás

Yo solía pensar que el dicho, “mis libertades terminan dónde las de los demás comienzan” era solo una falacia, pero aquí aparenta ser algo que se vive a diario.

Recuerdo que la primera vez que noté esto fue en la playa cuando jugaba a tirar el frisbee con mi novia: como buen tico, no me importaba mucho si lo que yo hacía influenciaba a otros y la verdad solo quería divertirme. Por ende, tiraba el frisbee a lo largo y alto sin importar mucho si terminaba en los pies de alguien que estuviese tomando el sol o si accidentalmente golpeaba a alguien. Sin embargo, mi novia me continuaba pidiendo que mantuviese el juego entre nosotros, entre nuestro espacio pequeño. Esto me frustró bastante porque sentía que, aunque estuviera afuera en un área recreacional, no podía disfrutarme al máximo.

En retrospectiva he entendido lo siguiente:

Primero, los finlandeses tienen una concepción muy amplia y restrictiva de espacio personal. Ya sea porque son 5 millones de habitantes en un país con la extensión territorial de Alemania o porque simplemente son callados y les gusta su espacio, ellos tienen zonas muy amplias de espacio personal. Segundo, su cultura se basa en el respeto mutuo. Ya que todos los ciudadanos tienen las mismas oportunidades, se inculca respetar lo que los demás hacen, sea esto su profesión, sus hobbies o su forma de vestir. De hecho, aún no he escuchado ningún finlandés hablar mal del atuendo de nadie o de lo ridículo o “polo” que se ven haciendo algo. Nosotros los ticos somos los polos que no dejamos que los demás se expresen como quieren. Tercero, hay un valor muy grande en áreas designadas para cierto tipo de actividades. Por ejemplo, en esta playa (Hietaranta) hay un parque para niños dentro de la playa y, a los 200 metros, hay un parque de ejercicios para adultos. Así mismo, hay un espacio para bañarse en el mar y otro para tomar el sol, lo cual significa que todo tiene su respectivo lugar, por lo que mezclar actividades en los espacios inadecuados es mal visto. Si hay algo que acompaña este respeto es su respeto por el orden y las reglas.

¿Cómo lidia un tico con tantas reglas?

Pues a los pocos finlandeses que leen esto les sorprenderá saber que me fastidian tantas reglas. Los ticos lo saben de antemano. ¡Jajaja! A nosotros no nos gusta que nos digan qué hacer o cómo ser y si se nos mete el agua (si somos lo suficientemente tercos), nadie nos disuede. Pero uno se adapta y aprende a ser una versión de uno mismo bastante diferente.  

En este año, he notado que me he vuelto más respetuoso hacia los demás en formas que tal vez antes no consideraba. Por ejemplo, cuando voy en cualquier transporte público, dejo irrefutablemente claro cual es mi asiento y dejo espacio para que los demás se sienten. De la misma forma, cuando voy al super y la cola se hace muy larga, dejo espacio en el pasillo entre el cliente del frente y yo de modo que los demás puedan circular. Son aspectos muy pequeños que, naturalmente, implican pensar en los demás y lo que los demás podrían interpretar. También, estos detalles se basan en lenguaje corporal, ya que ni yo hablo finés ni ellos hablan mucho.

Supongo que he asimilado eso del respeto pues tampoco me ando fijando en qué visten los demás para denunciarlo como “ridículo,” y es que se ven tantas cosas en Helsinki hoy que no hay ni por dónde empezar, así que ¿para qué?  

Punto para Costa Rica: nosotros tenemos una gran educación en el lenguaje y siempre podemos ser cordiales con entonaciones o con ciertas estructuras tipo “disculpe, podría darme un campito para pasar” o “¡ayy, perdón no lo vi. ¡Qué pena!” Ahí, sí somos respetuosos. Los finlandeses no tienen expresiones para suavizar las cosas ni la entonación varía tanto como para sonar más inofensivo. Aquí es como es y punto y pues choca al principio (no, la verdad que todavía choca).

La pasión por las reglas

Un aspecto del que no suelo hablar mucho es el lenguaje. Hoy no hablaré tanto de lo difícil que es aprenderlo (ya voy por mi tercer curso y aún estoy en pañales) como de la entrada cultural que se agrega con sus inflexiones y entonaciones. 

Existe una evidente imparcialidad en el finés que a menudo choca con la ambigüedad del español. Déjame y te explico. La entonación en finés es plana, no sube ni baja ni con preguntas ni con enunciados. Por ende, el lenguaje entra como es y punto. Por otro lado, el español es supremamente maleable y se pueden tornar enunciados en preguntas por medio de entonaciones por lo que siempre hay espacio para ambigüedad. El mejor ejemplo de esto es nuestro dicho “pura vida” que puede ser lo más sarcástico en este mundo, así como lo más honesto y tranquilo.

El detalle de las reglas es el siguiente. Si vamos caminando por la calle y vemos una señal que dice “no se puede jugar aquí.” Los hispanohablantes podríamos basarnos más en tecnicismos para hacernos los que leímos la regla y la entendimos, pero no aplica del todo. Al fin y al cabo, “aquí” es una palabra muy específica, y el radio de “aquí” no está determinado… Y justo así encontramos formas de zafarnos de las ataduras de cualquier enunciado o regla, pues el espacio para ambigüedad es tan grande que se vive con ella a menudo. Además, los ticos somos buenos para zafarnos de lo que implique orden y respeto. Esto no pasa, supongo yo, en la mente de un finlandés. Se los dejo así: a ellos solo les han recomendado el uso de mascarilla para prevenir el virus y ya anda todo mundo con mascarilla. Yo argumenté, “es una recomendación, no una orden.” Obvio que a mí no me escuchan.

La mentalidad de “yo puedo con todo”

Algo que me atrajo de mi novia desde que la conocí fue su actitud independiente. Quizá me asombra tanto por el hecho de haber crecido en Latino América (L.A) donde tenemos roles de género muy fuertes y poco flexibles. Quizás es porque todo mundo puede hacer lo que quiera en Finlandia o ser quien quiera. Inevitablemente, esta sección se centra más en cómo he percibido yo esa mentalidad de “yo puedo sola.” Pero antes, un poco de trasfondo.

Como hombre pues, me han inculcado ser respetuoso con las mujeres, abrirles la puerta, ayudarles si cargan algo muy pesado, darles la mano cuando se bajan del bus, etc. En fin, todas esas cosas que hacen a un “caballero.” Y ser así no solo me gusta, sino que también es bien recibido en L.A, y pues sos un buen partido si sos así, ¿no? Sin embargo, yo pongo el límite, a diferencias de generaciones pasadas, de llamar a con quien sea que uno trate “mi amor;” “mi reina;” “mi princesa,” etc…, tal vez porque sé que “mi” ya implica cierta posesión que definitivamente no tengo ni busco tener.

Pero bueno, antes de seguir, quiero dejar claro que ese tipo de comportamientos, a pesar de ser orientados a las mujeres únicamente, no son un símbolo de debilidad o fortaleza en ninguno de los sexos. Al menos, no para mí. Es decir, yo nunca he querido sugerir que yo le ayudo a cargar X mueble o caja porque usted es débil y yo soy el macho alfa. Nunca han sido algo así.  Para mí, son gestos de amabilidad y creo que se necesita de esa amabilidad en un mundo donde cada vez nos acercamos más a ser máquinas. Quizá la forma sabia de proceder sería generalizar ese comportamiento para aquellos que vemos en aprietos cargando una caja sin importar el sexo o edad. Al final, hay que darse cuenta de que ser gentil es algo que se puede internalizar en el comportamiento propio. ¿Qué creen ustedes?

Como Finlandia es tan igualitario, todas las mujeres se manejan por sí solas. ¡Es increíble! Ellas manejan, trabajan, cocinan, limpian, le quitan el hielo al carro en las mañanas… en fín… de todo. Y aunque este párrafo me haga sonar como que soy un Neandertal, créanme que no todas las mujeres se manejan solas de la forma en las finlandesas lo hacen.

Esta actitud cambia hasta el rol de cómo coquetear con otras personas porque, a pesar de que siempre se busca que un@ tip@ sea prometedor@, elegante, huela bien, sea gentil y gracios@ (entre otras cosas), las excusas para mostrarse a uno mismo como prometedor pueden ser mal vistas. Por ejemplo, he escuchado muchas veces que los tipos intentan mostrarse como quienes tienen mucho dinero ante las mujeres y esto rara vez sale bien. Aunque tal vez no pueda incluir todas las razones por las cuales esta estrategia no tiende a salir bien (evidentemente hay razones innumerables), es probable que el pensamiento sea como “¿y a mí qué me importa que tenga dinero? Yo también lo tengo o yo también puedo tenerlo,” etc.

De forma personal, me ha pasado que he intentado ser todo gentil con mi novia y las cosas salen mal. Para que se rían: un día la intenté ayudarse a bajar del bus y lo hice como automático, como siempre lo hace uno cuando sale con la mamá a cualquier lado por ejemplo. Ella se bajó sin recibir mi ayuda y me dice, “como si yo no pudiera bajarme sola.” Y yo… “pues ok.” Son chascos de chascos que suceden en momentos tan simples como el mío o en otros cuando se está pretendiendo a alguien. Son graciosos y a veces deprimen un poco también. Ya a veces no sé ni qué hacer con esas cosas que aprendí e internalicé de cómo ser un “caballero,” adaptarlas supongo que será la única alternativa.

Finalmente, esta mentalidad de yo puedo con todo, a pesar de ser muy buena para propiciar la igualdad de género, se presta para la automatización y falta de gentilidad. Ya que todo mundo puede hacer de todo, el sistema entero se torna hacia vos esperando que puedas con todo sin importar las circunstancias, y di pues todos pasamos por situaciones difíciles donde necesitamos de los demás pero si la sociedad ve mal el pedir ayuda a los demás, pues estamos en problemas.

Dos temporadas

La última cosa que recién se me ocurrió contarles es el clima. Tras vivir en EEUU, pensé que Finlandia también tendría cuatro estaciones y así parece en las fotos, pero la verdad es otra. Yo pensaba que iba a extrañar mucho el clima de Costa Rica: epoca lluviosa y epoca seca. ¡Pero aquí es lo mismo solo que con unos cuantos grados menos! La verdad que vivir en Helsinki no hace la gran diferencia, pues llueve todo el tiempo y cuando descendemos en el otoño hacia el invierno, el tipo de precipitación cambia (se enfría pues). Continua lloviendo o a veces nevando pero la nieve no se queda mucho tiempo en el suelo, por eso pienso que no es un verdadero invierno. Luego durante el verano, hace un calor infernal cuando el sol llega pues tenemos hasta 18 horas de exposición solar… En fin, obvio este punto tiene mucho que con el cambio climático y el hecho de que vivo en Helsinki. El norte es diferente.

Para la siguiente publicación, estoy haciendo entrevistas de cómo se perciben los latinos en Finlandia, qué estereotipos tienen y cuál es la actitud en general hacia nosotros. ¡Yo creo que les va a sorprender bastante! Hasta entonces.

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